El octavo de los doce trabajos de Hércules consistía en
capturar a las cuatro yeguas de Diomedes, que comían carne humana, su dueño las
tenía atadas con cadenas y las alimentaba con la carne de sus inocentes
huéspedes.
Hércules fue con un grupo de voluntarios y consiguió
arrebatárselas a Diomedes, quien fue con su ejército a atacar a Hércules, pero
éste lo venció y arrojó el cuerpo aún con vida a las yeguas, y el ejército
huyó. Tras devorar el cadáver de su dueño, las yeguas se volvieron tan mansas
que Hércules las pudo atar al carro de Diomedes y se las llevó a Micenas, donde
fueron regaladas a Hera.
Durante la batalla, las yeguas habían devorado a Abdero,
amigo de Hérculess que había quedado encargado de custodiarlas. Entonces
Heracles fundó en su honor la ciudad de Abdera.
Se dice que las yeguas murieron en el monte Olimpo devoradas
por las fieras y las alimañas. Según la leyenda, Bucéfalo, caballo de Alejandro
Magno, descendía de una de estas yeguas.
Heracles
y las yeguas de Diomedes. Detalle del mosaico romano de Los doce trabajos de
Liria (Valencia), en el M.A.N. (Madrid).
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