Su siguiente trabajo le llevó aún más lejos de casa, hasta
la mítica isla de Eritea, en el punto más occidental pasada la península
Ibérica. Los bueyes de Gerión, rey de Tarteso, en España, pastaban en aquella
isla. Gerión era descendiente de Medusa, según algunas versiones, aunque otras
afirmaban que venía del titán Océano. Se trataba de un gigante con tres
cabezas, tres troncos y seis brazos. Su fuerza era extraordinaria y su ganado
estaba atendido por su pastor Euritión y su perro de dos cabezas Orto.

El camino de vuelta al Peloponeso fue bastante azaroso.
Llevó al ganado a través de Italia y la Galia. Entre los muchos atacantes que
encontró estaban los ligures, a los que Zeus eliminó con una lluvia de piedras,
y el pastor de tres cabezas Caco, que vivía en una cueva cerca de Roma y se
dedicaba a saquear la zona. Una noche, Caco le robó parte del ganado a Hércules,
pero éste le siguió hasta su cueva y, tras desbloquear la entrada, mató al
ladrón. Junto al rey local Evander, que le había dado una cálida bienvenida, Hércules
construyó un altar en honor a Zeus para ayudar en la fundación de su propio
culto en Roma. Se dice que Hércules fundó otras ciudades en Italia, como
Pompeya y Herculano, que después quedarían sepultadas bajo la lava y la ceniza
del Vesubio en el 79 d.C. Sólo siglos más tarde se descubrieron los restos.
En Sicilia, Hércules tuvo que competir contra Erix,
extraordinario luchador que se había hecho con un toro huido de la manada. Hércules
derrotó y mató a este agresivo personaje en un combate de tres asaltos. El
gigante Alcioneo pensó en frustrar el plan de Hércules y le arrojó una piedra,
tras lo cual el héroe lo apaleó hasta la muerte.
Después de que Hera disgregase al ganado con un abejorro,
muy cerca ya de su hogar, Hércules pudo llegar sano y salvo a Micenas.
Euristeo, sorprendido por el regreso del héroe, sacrificó todo el ganado en
honor a Hera.
Heracles luchando con Gerión. Ánfora datada en ca. 540 a. C.
Museo del Louvre.
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